No brillan al sol ni deslumbran con su blancura. “Un glaciar rocoso no se ve como uno blanco. Su superficie está cubierta por rocas, se confunde con la montaña, y para identificarlo se requiere cierta experiencia técnica. De los 298 glaciares registrados en la cuenca del Limarí en el inventario nacional, 269 son de este tipo”, detalla la Dra. Giulia de Pasquale, investigadora y líder de Hidrogeología en CEAZA.
Un dato a tener en cuenta, sobre todo en una zona árida como esta. “A diferencia de los glaciares blancos, que han ido perdiendo masa rápidamente por el cambio climático, los glaciares rocosos son más resistentes gracias a su gruesa cobertura de escombros (a menudo más de 3 metros), que actúa como un aislante térmico. Esto les permite conservar el hielo por más tiempo. Si bien todos los tipos de glaciares liberan agua lentamente durante los meses más cálidos, cuando ya no queda nieve superficial y las lluvias son escasas, los glaciares de roca podrán hacerlo durante más años en el futuro.”, explica la Dra. Nicole Schaffer, investigadora de CEAZA.

En diciembre del año pasado, investigadores de CEAZA junto al profesor Jack Holt, director del Observatorio de Dinámicas Terrestres de la Universidad de Arizona (EEUU), llevaron a cabo una campaña en terreno en la cabecera del río Sasso y Colorado.
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En esta salida, realizaron fotometría de glaciares de roca, toma de puntos de referencia GPS, muestreo de aguas y mediciones geofísicas. A partir de los datos recogidos, se harán los análisis pertinentes.
“Uno de los hallazgos más interesantes fue identificar, en un área relativamente pequeña y a altitudes similares, la presencia simultánea de glaciares de roca en diferentes estados de actividad: activos, en transición y relictos. Esta diversidad indica que el sector tiene una dinámica glaciar compleja, donde algunas masas de hielo subterráneo aún se mueven lentamente cuesta abajo, mientras otras ya han dejado de desplazarse y se encuentran en estado relicto”, señala la Dra. de Pasquale.
En este último punto, destaca la colaboración con la Universidad de Arizona, que acompañó en el proceso de reconocimiento del lugar y con quienes se discute la posibilidad de futuras mediciones con tecnología de punta, como el radar de penetración terrestre montado en drones. “Es una oportunidad para fortalecer la ciencia local con herramientas globales”, subraya la investigadora.
Río Sasso
Además del hielo oculto, el santuario de la naturaleza Río Sasso destaca por su rica biodiversidad: bofedales altoandinos, especies endémicas, aves en categoría de conservación y matorrales tropical-mediterráneos únicos. Es también un territorio de saberes tradicionales, donde prácticas como el pastoreo trashumante mantienen viva la conexión entre comunidades y naturaleza.
